Visita a Graceland: la casa de Elvis en Memphis

Durante el viaje por el sureste de Estados Unidos pasamos dos días en Memphis, Tennessee. Una de las prioridades fue ir a ver Graceland, la casa de Elvis Presley, en su tierra natal. Porque, aunque es cierto que Memphis tiene mucha «vidilla» (barbacoas y música en directo, básicamente), no es una ciudad especialmente bella ni dotada de excesivos alicientes en cuanto a visitas culturales se refiere. El National Civil Rights Museum, en el antiguo motel Lorraine, donde asesinaron a Martin Luther King sería otra posibilidad. Digo esto porque al volver me encontré mucha gente escéptica ante esta visita, considerándola simplemente morbosa, o para muy fanáticos del rey del rock. Nada más lejos de la realidad. Visitar Graceland no solo es visitar la casa de Elvis, es transportarte a otra época a nivel histórico y estético (como meterte en uno de los episodios de Mad Men casi), y ya se han encargado de que la visita sea un viaje más que interesante, especialmente a nivel musical. Así que tomáoslo como una obligada visita a un museo, y no como una frikada innecesaria.

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Nuestro paso por Memphis coincidió con el fin de semana, de modo que reservamos en la web nuestra visita para las 9am del domingo, por si aquello se ponía hasta los topes. Aunque viendo después cómo está organizada la visita, y la cantidad de espacios que hay por ver, muy mal se tiene que dar para que el tumulto te impida disfrutarla.

Lo cierto es que cuando nos dirigíamos hacia Graceland, me fue inevitable pensar por qué a la mayor estrella del rock del momento le gustaba vivir allí, en las afueras de Memphis. Esa sensación se incrementó al ver la entrada, a pie de una fea y fría carretera, y dando la sensación de que entrábamos en un parque de atracciones (peaje incluido al párquing), en lugar de a un altar del rock.

Visita a Graceland la casa de Elvis en Memphis

La llegada al centro de visitantes mejoró solo en parte, ya que aquello parecía como el patio interior de un gran centro comercial, con la voz de Elvis sonando en cada rincón, y un enorme letrero que rezaba «Welcome to Graceland». En ese edificio nos recibieron y nos hicieron pasar a una salita de proyecciones donde te hacen una introducción de la visita, con un montaje elaboradísimo (para esto, los americanos, se sobran y se bastan) finalizado con el fragmento de una entrevista en la que le preguntan a Elvis si tiene intención de vivir siempre en Graceland, y él respondiendo categóricamente: «Viviré en Graceland mientras me sea posible» acompañado de una risa, dando a entender que será mientras económicamente pueda hacerlo, pero dejando claro que si es por él, será siempre así. Aquello comenzó a disipar mis dudas de por qué querría vivir allí, más allá del hecho de haberse criado (que no nacido) en Memphis. Graceland era algo más que la casa de Elvis. Era su refugio, donde se reunía con sus amigos de toda la vida, y también la casa de sus padres.

Visita a Graceland

Una vez terminado el vídeo, te suben a un autobús y te llevan a la mansión colina arriba. Se te entrega un iPad y unos auriculares de lo más prácticos. Allí puedes seleccionar el idioma que quieras, y el espacio de la casa en el que te encuentras, para que te expliquen cada habitación y posibles anécdotas, complementado incluso con declaraciones del propio Elvis, su mujer Priscilla, y su hija Lisa Marie, hablando de algunos espacios concretos de la casa. Todo muy completo.

Visita a Graceland

La visita comienza por la sala de estar y el comedor. La sala de estar es de un blanco impoluto (el mantenimiento es excelente) y se ve muy acogedora, con una televisión de la época, uno de los muchos pianos que adornan la casa, y un sofá y una mesa hecha a medida para «el rey». El comedor, por su parte, es la sala más elegante y más convencional de Graceland. Al parecer, Lisa Marie, todavía organiza cenas en esa sala cuando vuelve a Memphis.

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Digo lo de «convencional» porque una cosa que descubriréis en vuestra visita a Graceland es la combinación de dos elementos tan poderosos de mezclar, como peligrosos a nivel estético: los avances tecnológicos (que es lo que después se vuelve obsoleto más prematuramente) y la compulsiva necesidad de un nuevo rico de llenar su vida de objetos que nunca habría podido imaginar que poseería. Elvis se crió en una pequeña chabola en Tupelo donde el agua caliente y la electricidad parece ser que escaseaban. Dentro de Graceland hay una pequeña maqueta de su hogar original, un bonito recordatorio para que nos demos cuenta del contraste entre las dos vidas que vivió Elvis Aaron Presley.

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La cocina es grande y acogedora. Con abundantes muebles de madera y una bonita moqueta color granate. Y el único dormitorio que puede verse, pero no entrar (de hecho todo se debe ver detrás de los cordones de seguridad, lógico) es el de sus padres. Elvis era hijo único, y después de una infancia complicada a nivel económico, prometió que a sus padres no les faltaría de nada si ganaba dinero. Dicho y hecho, una hermosa habitación de colores claros y cama de sábanas lilas en el piso de abajo de Graceland. Así no tenían que subir escaleras.

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El morbo total (en este caso sí, morbo) sería ver el dormitorio del rey, pero el acceso al piso de arriba, y sus zonas privadas, está prohibido, ya que han decidido preservar la intimidad del lugar donde se encontró el cuerpo de Elvis por última vez. Un bonito detalle, que ha alimentado todavía más la rumorología de los que creen que Elvis simuló su muerte para escapar a la fama, y todavía vive cómodamente en Graceland, en las zonas de la casa que no se pueden visitar.

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Lo mejor de la casa está en el «sótano»: una sala de billar tan acogedora como estridente, por su mezcla de colores, y sobre todo, la sala de la televisión: una especie de escondrijo que haría las delicias de cualquier villano de James Bond (de la época Roger Moore, por supuesto). Una sala de tonos amarillos y negros con grandes sofás para relajarse y tres televisores puestos en línea. Parece ser que Elvis se enteró de que el presidente de los Estados Unidos (en aquella época Lyndon B. Johnson) tenía tres televisores para seguir las informaciones en los únicos tres canales que había en aquel momento, y él no quiso ser menos. En esta especie de sala de control secreta no podía faltar una elegante barra de bar. Casi puedes imaginarte al villano de Bond, sirviéndole un martini al elegante espía inglés, en ese momento de la película en el que todavía se están tanteando, y enviándose, verbalmente, amenazas subyacentes en cada frase.

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El clímax llega cuando vuelves a subir por unas escaleras que te llevan directamente a la llamada «jungle room». Parece ser que Elvis, en un breve periodo de tiempo de compras compulsivas, adquirió un montón de objetos de estilo polinesio (Hawai fue un lugar de extrema importancia en su vida) y decoró esta habitación con todos ellos. Muebles de madera de extrañas formas, tonos verde oscuro que transmiten la sensación de humedad, una cascada, sillones peludos que parece que te vayan a absorber una vez te sientes allí… Es una habitación tan fascinante como indescriptible. Parece que alguien haya estado jugando allí una partida de Jumanji. Un sueño hecho realidad para los amantes del kitsch.

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La visita sigue fuera de la casa principal, en los establos, convertidos ahora en un museo de recuerdos familiares, aunque todavía pueden verse caballos por los enormes jardines de Graceland. Una de las salas que más me gustó es la sala de los «fans», un despacho adornado con retratos de Elvis, enviados por sus seguidores, y con tres escritorios donde se contestaban sin descanso todas las cartas que allí llegaban, lo que demuestra la voluntad de Elvis de mantener el contacto, en la medida de lo posible, con sus seguidores y el mundo real. Allí también puede verse la maqueta de su hogar original, mencionada antes, la diana donde practicaba tiro y un sinfín de otros objetos personales tales como muebles, su traje de novio e incluso placas y armas de fuego (no olvidemos que Elvis se ofreció a Nixon en persona para ser agente secreto, cuando ya estaba más inestable mentalmente).

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Otra visita muy curiosa en los jardines de Graceland es la de la pista de squash. Elvis quería hacerse allí su propio estudio, pero, aficionado a este deporte, sucumbió a su debilidad y lo acabó convirtiendo en una pista de squash. En una vitrina, en el centro de la pista, puede verse la raqueta que utilizaba, y esa zona está acompañada de una elegante barra de bar (cómo no) una máquina del millón, y otro piano donde Elvis ofrecía recitales privados a amigos y familiares, que se podían acomodar en unos confortables sillones de piel que hacían de esa «sala de juegos» uno de los espacios más agradables de la casa. También es allí donde hay el mayor equipo de música y donde Elvis la escuchaba a todo volumen. Buena idea, ya que al ser una zona aislada, no molestaba a nadie. En el piso de arriba de la pista, hay las duchas y un jacuzzi, pero no se pueden visitar.

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En los jardines de la casa, lo último que se ve, es la piscina, y la zona de meditación. Una especie de rincón zen, con una fuente en el centro, que Elvis llenó de estatuillas de carácter religioso, donde se invita a la pausa y la reflexión. Es allí donde reside su tumba, la de sus padres, la de su abuela, e incluso la de Jessie Aaron Presley, su hermano gemelo que murió al nacer (es un recordatorio, ya que el cuerpo no está allí realmente).

Aquí termina la visita de la casa de Elvis en sí, pero no la visita a todo el complejo. Uno de los extras que puedes permitirte es, por cinco dólares más, ver las avionetas privadas de Elvis que se encuentran al lado del aparcamiento habilitado para los turistas.

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Un autobús te lleva de nuevo hasta el centro de visitantes. Un enorme complejo dividido en diferentes espacios donde la visita a Graceland sigue más en forma de exposición, pero resulta igualmente espectacular e interesante. Eso sí, entre sala y sala, será obligatorio pasar por diversas tiendas de recuerdos donde puede comprarse todo lo imaginable relacionado con el rey, a precios exorbitantes, claro está.

En la primera sala tenemos la sensación de estar en el salón del automóvil. Un montón de lujosos coches, motos y otros medios de transporte inundan la estancia. Algunos fueron del propio Elvis y otros los condujo durante el rodaje de sus películas. Cada uno viene acompañado de una explicación y fotos de cuando Elvis se encontraba en él. La sala contigua está repleta de los objetos, y sobre todo uniformes, del paso por el servicio militar de Elvis Presley. Pero visualmente, lo más espectacular se encuentra a continuación, el museo musical de Elvis: una enorme construcción de paredes altísimas, decoradas de forma compulsiva con todos los discos de oro y platino imaginables. Por las diferentes salas del establecimiento, y expuestos cuidadosamente dentro de sus vitrinas, están todos los trajes que usó en sus actuaciones, y distintos instrumentos. La sobredosis de blanco y de lentejuelas puede llegar a agobiar incluso.

Visita a Graceland la casa de Elvis en Memphis

Las canciones de Elvis suenan sin cesar en todo el recinto y, de hecho, hay salas donde se proyectan sin descanso algunas de sus actuaciones más memorables. Esta experiencia todavía va más allá con una sala de cine, situada al final de la visita, donde se proyectan ininterrumpidamente las diversas películas que protagonizó.

Pero antes de llegar allí veremos otras cosas curiosas, como una enorme habitación repleta de objetos personales, aunque de escaso interés, como los equipos de béisbol que usaba de pequeño, facturas y un sinfín de documentos que su padre y su agente guardaron toda la vida.

Visita a Graceland la casa de Elvis en Memphis

A partir de allí Elvis deja de ser el único motivo de la visita, ya que lo que hay es una recreación muy elaborada de los platós donde se rodó una serie sobre la historia del estudio que acogió a Elvis (y a tantos otros músicos) en primer lugar. De modo que podemos hacernos una idea de los despachos e incluso el estudio de grabación donde se comenzó a forjar la leyenda.

Visita a Graceland la casa de Elvis en Memphis

Aunque no es la última habitación que visitas (si sigues el orden establecido), he querido dejar para el final la sala que más me impresionó, y que explica mejor la importancia de Elvis Presley en el rock’n roll, la música, y la cultura popular. La sala en que diversos músicos homenajean al rey. Allí pueden verse un buen número de vitrinas donde algunos de los mayores artistas del planeta han cedido alguna pieza de su vestuario, sus instrumentos, y en donde, en visibles carteles, le dedican elogios a Elvis Presley. Casi siempre argumentando como les inspiró, y las cantidad de puertas que ayudó a abrir. Bruce Springsteen, Elton John, Kiss, Justin Timberlake (de Memphis, como Elvis) y muchos más rinden su particular homenaje al rey del rock. Pero por encima de todos ellos sobresale John Lennon, con dos declaraciones que lo dicen todo: «Si no hubiera habido un Elvis, no habrían existido los Beatles» y el lema que cuelga por encima de toda la estancia y que ya forma parte de la iconografía popular:

«Before Elvis, there was nothing»: Antes de Elvis, no había nada.

El Big Bang del Rock’n Roll pues…

Larga vida al Rey.

8 comentarios

  1. Helena 29 abril 2018
    • Isabel & Xavier 29 abril 2018
      • Helena 30 abril 2018
        • Isabel & Xavier 1 mayo 2018
  2. Helena 2 mayo 2018
    • Isabel & Xavier 2 mayo 2018
  3. katherine falcon 14 mayo 2020
  4. Maria elena González Batista 17 enero 2022

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