Día 2: Stonehenge y the Cotswolds por Míriam

El domingo quedamos pronto por la mañana para salir de excursión. La idea era ir a Stonehenge por la mañana y por la tarde visitar alguno de los pueblecitos de la región de los Cotswolds, cercana a Oxford y considerada el corazón de Inglaterra.

Desde Oxford a Stonehenge hay poco más de una hora en coche, aunque también se puede llegar en tren hasta Salisbury y coger un bus hasta Stonehenge, o ir en bus directamente desde Londres (que sale desde la estación de autobuses de Victoria). Cuando llegamos, dejamos el coche en la zona de párking, por la que hay que pagar 3 libras que luego te descuentan al comprar la entrada, que cuesta 6,60 libras. Junto con la entrada, te dan una audioguía gratis.

 

Stonehenge

El monumento es muy turístico en la actualidad y está prohibido acercarse a las piedras (excepto durante los solsticios). Quizás el hecho de apreciar la construcción desde una distancia hace que no se vea tan grande como pensaba (almenos esta fue un poco mi impresión). La explicación de la guía era muy interesante, desde su construcción en varias fases, las teorías sobre su uso como observatorio astronómico, templo religioso o monumento funerario, y otras curiosidades, como referencias en diversas obras literarias y leyendas. Después de la visita, compramos algo para comer en la parada de comida que había junto a la entrada y nos sentamos a hacer nuestro pequeño picnic improvisado. En los alrededores de Stonehenge todo es campo, así que es fácil encontrar un sitio donde hacer picnic. Yo me compré un buen trozo de shortbread casero para postre. Estaba riquísimo, pero con la mitad tuve suficiente; el resto, ¡para la merienda!

Cottage tradicional de Woodstock
Cartelismo de Woodstock

Después de comer, pasadas las 2 de la tarde, volvimos al coche para ir a los Cotswolds. Teníamos un buen listado de pueblos por visitar, pero como teníamos un buen trozo de camino, escogimos dos pueblos cercanos a Oxford. Nuestra primera parada fue Woodstock, un pueblecito encantador con cottages, flores, pasajes secretos cubiertos por enredaderas y un palacio espectacular que nos sorprendió. Dimos una vuelta por el pueblo, parándonos a ver las casas, curioseando en alguna tienda de dulces y cupcakes… y cayendo en la tentación de sus helados con sabores muy ingleses: menta y chocolate, fudge… En Woodstock, según nos había informado una amiga de Júlia, se encuentra el palacio de Blenheim, así que antes de marchar quisimos ir a visitarlo. Cogimos el coche y nos dirigimos a la entrada al parque del palacio. Eran más de las 5 de la tarde y las visitas al palacio estaban a punto de terminar. Igualmente queríamos visitar el parque, ¡pero la entrada costaba 4 libras por persona! Nos lo pensamos un poco, pero al final decidimos entrar. El vigilante de la entrada del parque, un chico joven, nos preguntó cuántos íbamos y si había algún niño, a lo que Júlia respondió «no, pero nosotros somos un poco como niños». Al chico le caímos simpáticos. Le preguntamos de dónde era, porque su acento no era el típico británico. ¿Australiano? ¿Canadiense? La respuesta: polaco, sólo llevaba 5 años en Inglaterra y estaba estudiando en la escuela de teatro. Como le hicimos reír un poco después de una aburrida jornada vigilando la entrada del parque, sólo nos cobró dos entradas de adultos y dos de niños (¡y nos ahorramos una entrada!). El precio por visitar todo el conjunto (el parque, el palacio y los jardines) son 17,50 libras. Al entrar en el parque nos dimos cuenta de su inmensidad. Había mucho campo, un lago en el medio con un puente de piedra, y al fondo de todo el palacio. La impresión fue un poco como estar en alguna de las novelas de Jane Austen, donde los protagonistas iban de picnic al campo en un entorno ideal…

The Blenheim Palace…
… y sus jardines

El palacio de Blenheim fue un regalo de Inglaterra al primer Duque de Marlborough por su victoria contra franceses y bávaros. Allí también nació Sir Winston Churchill, descendiente del mismo duque. El edificio fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987.

Eran las 6 y media pasadas, y ya no se admitían visitas, pero nosotros nos colamos en el patio y estuvimos un ratito admirando las dimensiones del palacio y del parque en general. Al salir del recinto, vimos la entrada a los jardines, que tenían el acceso cerrado. Lástima, porque espiamos un poco a través de la verja y prometían bastante. Como todavía queríamos ir a visitar algún rincón más de los Cotswolds, nos pusimos en marcha de nuevo, todavía asombrados por nuestro descubrimiento… Al salir, evidentemente, saludamos a nuestro amigo. ¡Seguramente aquella fue la anécdota del viaje!

Calle principal de Burford
Y un pub que había en ella.

Nuestra siguiente parada fue Burford, a media hora escasa de Woodstock. Burford también es un pueblo de postal, muy pequeñito, con las casas alineadas a lo largo de la calle principal y con algun pasaje escondido hacia un rincón idílico. Nada desentonaba en el pueblo, incluso había un pequeño restaurante chino que seguía la estética del resto de casas. Daban ganas de comprarse una casita por allí para descansar y disfrutar de la tranquilidad… Hacia el final del pueblo se encontraba la parroquia, una iglesia gótica con su cementerio de lápidas al lado, ¡muy auténtico!

Como se estaba haciendo tarde, volvimos a Oxford para cenar. Queríamos ir a un restaurante de comida casera donde fui con Júlia hace años, cuando las dos visitamos Oxford por primera vez, llamado «The Nosebag» («el morral»). El lugar es muy acogedor, está en una casa del siglo XV. La lástima es que estaba cerrado aquel día. Así que cambiamos radicalmente de plan y nos fuimos a cenar en un restaurante indio llamado Chutneys donde nos pusimos las botas. Pedimos Tikka Korma y pollo al curry entre otros, y también naan, y nos sirvieron un plato con todo tipo de salsas (el chutney, una salsa típica índia de especias con textura de melmelada, ¡no podía faltar!). ¡Todo estaba delicioso! Por cierto, el agua que nos sirvieron era del acuífero del palacio de Blenheim, y en la etiqueta de la botella salía una imagen del palacio.

Los entrantes que nos sirvieron (y cobraron) en el restaurante indio.
Hay que reconocer que estaba muy bueno.Tika Korma y arroz: ¡buenísimo!

Después de cenar ya nos fuimos a dormir. Al día siguiente (lunes) Júlia tenía que volver al trabajo y nos despedimos de ella (aunque Jordi y yo todavía pasamos la noche en su piso). Nos hizo mucha ilusión encontrarnos con ella y pasar el fin de semana juntos, tan lejos de casa!

7 comentarios

  1. miriam 12 agosto 2009
  2. Isabel 13 agosto 2009
  3. Lidia Sanchez 18 agosto 2009
  4. Isabel 18 agosto 2009
  5. monica 19 agosto 2009
  6. Isabel 19 agosto 2009
  7. Carolina 23 agosto 2011

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