Viajar a Japón: Dos días en Kanazawa durante los cerezos en flor

Nuevo relato del viaje a Japón de 18 días durante el Hanami. Ese día tras visitar el castillo de Hikone tomamos un tren hasta la bonita ciudad de Kanazawa, para pasar tres noches y dos días.

Kanazawa es una ciudad pequeña de Japón, capital de la prefectura de Ishikawa, situada casi en la costa norte de la isla de Honshu, y más o menos a la misma distancia de Kyoto que de Tokyo. Kanazawa es famosa por conservar mucho patrimonio de la época samurái del país, así que la incluimos en nuestra ruta de castillos samuráis japoneses. Así que aquí pasamos dos días fantásticos viendo castillos y casas samuráis, además de contemplar los cerezos en flor y hacer otras visitas interesantes. Fueron solo dos días, pero nos enamoramos de esta pequeña ciudad de Japón. A continuación te lo contamos todo, desde alojamiento a visitas y restaurantes, con los precios incluidos.

Estacion-tren-Kanazawa

Estación de tren de Kanazawa

Llegamos a Kanazawa en tren, después de haber pasado un día muy bueno en Hikone. Al cabo de un rato, el taxi nos dejó en el barrio de Higashi Chaya, cerca del río Asano, al noroeste del centro de la ciudad. Dejamos las maletas en la casa de huéspedes Minshuku Ginmatsu y conocimos a nuestros anfitriones. Afuera lloviznaba un poco, pero teníamos los ánimos a tope porque sabíamos que Kanazawa es una ciudad que vale mucho la pena visitar. La lista de atractivos que queríamos ver era larga:

  • El castillo de Kanazawa y el jardín Kenroku-en
  • El barrio de las mansiones samurái (Nagamachi)
  • El templo «ninja» (Myoryu-ji)
  • Los barrios de las geishas (Nichi Chaya y Higashi Chaya)
  • El mercado de Omi-cho
  • El museo de historia y el museo Kaga-Honda

Pero todo eso iba a tener que esperar a la mañana siguiente, porque ya había anochecido y era la hora de cenar. Por eso, antes de salir de nuevo a la calle, preguntamos a los propietarios si nos podían aconsejar algún restaurante cercano. De paso, nos dieron un mapa.

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Habitación con tatami del Ginmatsu ryokan

El barrio de Higashi Chaya es famoso por contar con varias casas de té donde actúan las geishas y sus calles estrechas suelen llenarse de turistas. Sin embargo, aquella tarde de domingo del mes de abril éramos los únicos que navegaban por las callejuelas, compartiendo el paraguas. Pese al mapa, nos perdimos un poco, pero por casualidad llegamos al cruce de calles peatonales donde está la Shima Ochaya. Incluso de noche y lloviznando, esa calle aún retiene el encanto del viejo Japón, con sus fachadas de madera y sus tejados oscuros. A través de los escaparates de los restaurantes se escapaba un poco de luz y nos preguntamos si en ese preciso momento habría alguna familia o algún grupo de empresarios disfrutando de una cena de lujo, acompañados por el elegante espectáculo artístico de una geisha.

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El barrio de Higashi Chaya de noche

Nosotros nos conformamos con entrar en el restaurante que vimos en la placita, el Jiyuken. En el interior nos recibió el calor de la comida recién preparada. Estaba bastante concurrido pese a ser muy pequeño, así que nos sentamos en la barra, delante de los cocineros. Inmediatamente nos sirvieron agua fría y toallitas para las manos. Tras inspeccionar la carta, nos decidimos por un «omeraisu». Este plato típico japonés consiste en arroz frito envuelto en una fina tortilla de huevo. Todavía no lo había probado nunca y… madre mía, qué bueno. Al estar en un punto algo turístico, la cuenta es algo más alta de lo habitual, pero quedamos tan contentos que volvimos la noche siguiente.

Luego paseamos un poco más y finalmente fuimos a refugiarnos de la lluvia a la casa de huéspedes, donde caímos rendidos en los futones nada más entrar en contacto con ellos.

Omeraisu-kanazawa

Omeraisu

A la mañana siguiente, y con las energías recuperadas, nos preparamos para empezar a explorar la ciudad. El cielo seguía encapotado y amenazaba con más lluvia, así que decidimos posponer la visita al castillo y al jardín, con la esperanza de verlos al día siguiente con mejor clima. En lugar de eso, tomamos el autobús «Kanazawa Loop Bus» de la línea naranja para ir hasta el extremo opuesto de la ciudad, a la zona de los templos de Teramachi.

Cruzamos la ciudad y nos bajamos en la estación de Hirokoji (LL5). Allí nos costó un poco encontrar el lugar, pero finalmente llegamos… al ¡«templo ninja»! En realidad, el «ninjadera» como se le apoda en japonés, no es un templo ninja, ninja. Su nombre oficial es el templo Myoryu-ji. Sin embargo, el apodo de templo ninja le va como anillo al dedo ¡porque está repleto de puertas secretas y trampas!

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Entrada al Ninja-dera

Se fundó en 1643, en una época en la que el shogún Tokugawa quería que ningún señor feudal se rebelara y empezara una nueva guerra. Por eso, promulgó unas leyes que prohibían a los señores fortificar sus ciudades. Sin embargo, el clan samurái de los Maeda que gobernaba en Kanazawa encontró una manera sortear la prohibición. Edificaron varios templos budistas en las afueras de la ciudad que en realidad ocultaban salas guarnecidas por guerreros que los convertían en puestos avanzados de defensa. Y el Myoryu-ji es uno de ellos.

Kanazawa-Ninjadera

Fuente de bambú en el Ninja-dera

Al llegar al templo nos percatamos de que teníamos que haber reservado la visita, ya que solo se permite visitar el interior del templo con visita guiada. Por suerte, en una ventanilla que hay a mano izquierda pudimos apuntarnos a la visita que empezaba en una hora. En el entretiempo, bajamos unas calles hasta el barrio de Nishi Chaya (las casas de té del este). Allí hay una calle pintoresca porque aún conserva varias fachadas típicas de tiempos antiguos. Paseando por aquí, entramos en un museo muy pequeño, el Nishi Chaya Shiryokan Museum. Este museo ocupa el espacio de una casa de té y residencia reconstruida. La entrada es gratis, así que entramos. El museo explica un poco la historia del barrio y sirve de punto de encuentro para las visitas guiadas que se organizan. La segunda planta se ha dispuesto como el interior de una casa de té, con un biombo, unos instrumentos, abanicos y muebles lacados.

Kanazawa-Nishi-Chaya-Shiryokan-Museum

Antigua Ochiya en el barrio de Nishi Chaya

Luego volvimos al «ninjadera» y entramos en el templo con el resto del grupo de visitantes. Nos hicieron sentar en un punto concreto alrededor de la zona central de oraciones y nos facilitaron unas hojas con información en inglés para poder ir siguiendo mínimamente las explicaciones. Después de una introducción, el grupo se subdividió en varios grupos más pequeños y una guía nos condujo a ver los entresijos del templo. No se podían hacer fotos. A lo largo de una hora, más o menos, fuimos descubriendo las ingeniosas trampas, los pasadizos y las puertas secretas del templo. Fue bastante divertido. También se dice que el templo estaba conectado con el castillo del centro de la ciudad mediante un túnel subterráneo, pero si todavía existe, no nos llevaron a verlo.

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Calle del barrio de Geisha Nishi Chaya

Después miramos el mapa de la ciudad y vimos que estábamos bastante cerca del barrio de Nagamachi, así que fuimos andando hacia allí. Cruzamos el río Sai y enseguida llegamos. Este es un antiguo barrio de samuráis del que aún se conservan algunas casas y una callejuela. Como el legado samurái de Kanazawa es uno de los principales atractivos de la ciudad, la verdad es que me esperaba algo más grande. De todas formas, vale la pena verlo. Primero de todo te encuentras con la casa Shinise Kinenkan, que perteneció a un mercader. Los samuráis no veían con buenos ojos a los mercaderes, que formaban una clase social por debajo de los campesinos y los artesanos. Aun así, cuando el país llegó una relativa paz en el s.XVII, esta clase llegó a prosperar más que muchos samuráis. El edificio es la restauración de una tienda de medicinas chinas que abrió en 1579 y en la planta superior pueden verse varias muestras de artesanía tradicional. En frente está el museo de los Maeda, la familia samurái que gobernó Kanazawa.

Kanazawa-kanamachi-samurai

Antiguas casas samuráis en Kanamachi

Sin embargo, nosotros fuimos directamente a la callejuela de las mansiones samuráis que sale en todas las fotos de Kanazawa. Está un poco más adelante siguiendo por la misma calle con el canal de agua, a mano derecha. Esta callejuela empedrada de paredes ocres hace un pequeño zigzag. Si no pasa nadie más, aún puedes imaginarte cómo debió ser en su tiempo, cuando solo la recorrían las familias samuráis y sus sirvientes. Las mansiones samuráis se alinean a ambos lados de la calle, separadas por muros de tierra rematados con tejadillos y cada una tiene un portón considerable de madera. Más adelante también hay casas modernas, pero no dejes que eso te decepcione.

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En la calle paralela siguiente está la casa de la familia samurái de los Nomura, unos vasallos de alto rango de los Maeda. Se puede entrar por solo 550 yenes y ver los salones de tatami y el jardín. Y más adelante por la misma calle del canalillo, verás a mano derecha el Museo Ashigaru Shiryokan, dedicado a las casas de los guerreros de infantería, que eran más modestas que las de los samuráis a caballo. Se conservan dos y la entrada es gratuita. Puedes ver la sala donde tomaban el té, el dormitorio, la sala de invitados y el porche con su jardincito. Hay muchas explicaciones, pero todas en japonés. Aun así, en la entrada me pareció increíble leer que la casa «Shimizu» estuvo habitada desde el periodo feudal hasta 1990 (!!!).

Kanazawa-Nagamachi-Ashigaru-habitacion

Después de esto ya estábamos algo cansados, así que fuimos a comer y entramos en un restaurante muy de barrio. Mientras sorbíamos unos fideos con sopa, en la tele echaban un capítulo de la serie histórica Onna joshu Naotora, ¡que trata de una mujer samurái del s. XVI! Curiosamente, fue la madre adoptiva de Ii Naomasa, el famoso samurái del que hablamos en la entrada sobre el castillo de Hikone.

Sakura-tipico-Kanazawa

Después seguimos paseando un poco más por el barrio de Nagamachi. Luego llegamos a una calle comercial amplia y pasamos por delante del santuario Oyama. Siguiendo por la calle ancha, nos topamos con el mercado Omicho y entramos. Curioseamos las paradas de comida: las carnicerías con sus cortes de ternera tan finos y bien ordenados, las fruterías con sus frutas exóticas y las pescaderías con sus cachos de atún rojo.

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Paradas de carne y verdura en el mercado de Omicho

Más tarde, decidimos volver al barrio donde estaba nuestro alojamiento, en Higashi Chaya. Este es otro de los tres barrios de casas de té donde actúan las geishas. El clima había mejorado y hacía sol. Así que al atardecer paseamos por la orilla del río Asano, cubierta por las flores de los cerezos. Luego nos adentramos de nuevo por las callejuelas y estuvimos viendo algunas tiendas muy chic. Con la luz del sol todo cobraba mucha más vida. También había más turistas paseando que la noche anterior. En la placita delante de la calle de las casas de té tradicionales había una tienda de helados.

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Ochiya, o casas de té, en Higashi Chaya

Fue una delicia pasear por allí y verlo todo con más color. También aprovechamos para hacer la colada en una lavandería de esas que funcionan con monedas. Finalmente, terminamos el día cenando en el mismo restaurante que la noche anterior: el Jiyuken. Me hizo gracia porque los cocineros de la barra nos reconocieron y pareció que se alegraban de vernos aparecer de nuevo. Más tarde estuvimos charlando un poco con uno de ellos, que nos dijo que quería ir a visitar Barcelona algún día.

Kanazawa-Higahi-Chaya

En Kanazawa también se puede alquilar kimonos como estas chicas que pasean por Higashi Chaya

La mañana siguiente nos despertamos llenos de energía porque hacía un sol radiante e íbamos a visitar el castillo y el jardín. Al llegar, nos entretuvimos un poco en las tiendecitas para turistas que hay en la cuesta que lleva a la entrada. En una vendían helados con pan de oro por 891 yenes. Esto es porque en la edad media, el feudo de Kanazawa gobernado por los Maeda se conocía como el del millón de fanegas de arroz, es decir, que era uno de los más ricos. Por otro lado, «Kanazawa» significa literalmente «pantano de oro».

Subiendo por la cuesta nos sorprendió una ráfaga de viento que hizo zozobrar todos los cerezos en flor y creó una bella tormenta de pétalos rosas.

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Entrada a Kenroku-en con el suelo repleto de pétalos de sakura

Pasamos de largo frente al castillo y optamos por visitar primero el famoso jardín Kenrokuen, que se considera uno de los tres jardines más bonitos de Japón. El nombre significa: «jardín de las 6 virtudes» debido a que cumple los 6 requisitos que un experto jardinero chino especificó como necesarios para tener un jardín perfecto. Se creó por deseo de los señores feudales de la familia Maeda en el s. XVII. Para qué mentir: es un jardín precioso. Y en primavera aún más. Primero bajamos la pendiente hasta llegar a una casa de té junto a una charca. El sol iluminaba la fuente y la superficie del agua era rosa debido a los cientos de pétalos de cerezo que flotaban encima.

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Cerezos en flor en el mítico Kenrokuen

Luego subimos de nuevo y paseamos junto al estanque principal, donde vimos la característica linterna de piedra Kotojitoro, de dos patas. Los cerezos en pleno esplendor engalanaban las vistas con sus flores, y nos parecieron especialmente bonitos a lo largo de un riachuelo que atraviesa el jardín. También vimos los ciruelos en flor (símbolo de los Maeda) y fuimos descubriendo varios detalles más con la ayuda de la guía Lonely Planet. De paso, empezamos a descubrir las diferencias entre los diversos tipos de cerezos japoneses.

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Después, volvimos por donde habíamos venido y esta vez cruzamos el puente y entramos en el castillo. El portón que hay frente al jardín es el Ishikawa. En la casita de información pedimos un guía y así fue cómo conocimos a Koshida, un señor con antepasados samuráis que nos contó un montón de cosas interesantes mientras nos acompañaba por todo el recinto. Fue todo un lujo, porque éramos los únicos del grupo.

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Una piedra que parece una cabeza de tortuga, en el estanque, es uno de los puntos más famosos del Kenrokuen.

Para empezar nos contó que los terrenos del castillo fueron durante muchos años una universidad, ya que el castillo se quemó en un incendio en 1882. Hay quien dice que fue un incendio provocado por agentes del ejército, que querían poner fin al sistema feudal. En los años noventa, se inició un plan de reconstrucción del castillo y la universidad se trasladó a las afueras de la ciudad. La verdad es que sorprende mucho entrar en el castillo y ver una explanada enorme, que formaba el primer patio de armas.

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Entrada al castillo de Kanazawa

Lo primero que llama la atención es un gran edificio alargado de paredes blancas entre dos torreones. Esta fue la primera reconstrucción que se hizo en 2001, el almacén Gojukken Nagaya, que contenía el arsenal en su tiempo.

Entonces fuimos a ver el portón Kahoku que se terminó de reconstruir en 2010 y costó 1,2 millones de yenes. Aquí el guía nos hizo fijarnos en las junturas gruesas de yeso blanco que unen las piedras de la base de la puerta. Este estilo de paredes se llaman «pepino de mar» por la forma de estas junturas. Algunas de las piedras que rodeaban eran falsas. Los defensores podían quitar una tapa y así disparar por sorpresa contra el enemigo que estaba al otro lado.

Castillo-Kanazawa

También vimos el portón Hachizume, que solo los samuráis de mayor rango podían atravesar, ya que conducía al centro del castillo, donde se alzaba el palacio de los Maeda. Poco a poco se van reconstruyendo más partes, como el jardín Gyokuseninmaru, que se terminó en 2015. Justo después se construyó la estación de tren de alta velocidad que aportó un nuevo y muy bienvenido influjo de turismo a Kanazawa.

Castillo-Kanazawa

Después del mediodía fuimos paseando alrededor de la zona del castillo. En la zona del parque Honda-no-mori (bosque de los Honda) hay unos edificios alargados de ladrillo rojo que albergan dos museos. Uno es el Museo de historia de la prefectura de Ishikawa. Nosotros entramos en el otro: el museo Kaga-Honda. Este es un museo pequeño que alberga objetos antiguos de la familia Honda, un clan samurái vasallo de los Maeda, los gobernantes de la provincia. Aunque apenas hay explicaciones en inglés, aquí pueden verse arneses de caballos samuráis, armaduras samuráis, lanzas y espadas centenarias, flechas y enormes estandartes de guerra, además de caligrafías y objetos decorativos. Por solo 400 yenes, creo que la entrada vale la pena.

Museo-Kaga-Honda-Kanazawa

El resto de la tarde la dedicamos a hacer algunas compras por la zona comercial de la ciudad. Y al anochecer, decidimos entrar de nuevo en el jardín Kenrokuen. Justo ese día abrían por la noche y los cerezos estaban iluminados. La zona de las paradas de comida estaba muy animada, así que pedimos varios platitos para llevar y los comimos allí mismo para cenar. La visita nocturna al jardín de Kanazawa fue el broche final perfecto para la visita a la ciudad.

Kenrokuen-Kanazawa-noche

Kenrokuen de noche

Precios y horarios:

  • Kanazawa Loop Bus: 200 yenes.
  • Kenroku-en: 310 yenes
  • Castillo de Kanazawa: entrada gratuita
  • Myoryu-ji «el templo ninja»: entrada 1000 yenes. Horario: 9:00 a 16:30.
  • Museo Nishi Chaya Shiryokan: entrada gratis. Horario: de 9:30 a 17:00.
  • Museo de los ashigaru: entrada gratis. Horario: de 9:30 a 17:00. Hay lavabos.
  • Museo Kaga-Honda: 400 yenes. Horario: de 9:00 a 17:00. Hay lavabos.

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Podéis encontrar toda la información práctica de este viaje en la guía: Hanami en Japón: guía del viaje a Japón de 18 días durante la floración de los cerezos

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