Excursión a Tsumago, Magome y la ruta del Nakasendo

Estábamos en Takayama y el despertador sonó pronto, como de costumbre en estas vacaciones, pero a estas alturas los madrugones empezaban a pesar. Todavía estaba casi todo el mundo durmiendo en el templo y hacía mucho frío fuera del futón. Corriendo salimos del futón, nos vestimos y fuimos a la estación de tren para ir hasta Tsumago. Había mucha niebla y a esa hora iban muchos estudiantes en dirección al instituto. De camino a la estación paramos en una cafetería a tomar un café con leche y unas tostadas. El tamaño del pan de molde en Japón es mucho más grande que aquí, hay varios tamaños pero el que comí yo era gordo como tres lonchas de pan de molde español

Con una tostada japonesa te comes medio paquete de pan de molde español.

Ir de Takayama a Tsumago no es lo más aconsejable. Básicamente porque aunque parezca que están cerca la una de la otra, hay que atravesar las montañas. Sin embargo, hay varias maneras de ir, se puede ir intercalando varios trenes interiores o cogiendo el tren expreso hasta Nagoya y allí coger un tren expreso hasta Nakatsugawa. Como nosotros queríamos hacer el camino de Tsumago a Magome, en Nakatsugawa tomamos el tren hasta Nagiso, porque aquel día no había ningún tren directo.

Una vez en Nagiso, cogimos el autobús que te lleva hasta Tsumago (500¥). Y allí llegamos a las 13 horas, cinco horas después de salir de Takayama. Tsumago es uno de los pueblos posta que había por la ruta del Nakasendo (antigua ruta que unía Tokyo y Kyoto atravesando las montañas). La gracia de esta ruta es que se ha mantenido como en la época feudal, con el camino bien conservado y las casas con el aspecto de antaño situadas al lado del camino. Incluso los cables de la luz iban por debajo tierra para no perder el encanto.

Tsumago
…y su famoso caballo de paja

Lo primero que hicimos fue entrar a comer en un restaurante de soba (fideos) que estaba en mitad de la calle. Nos comimos unos sobas calientes en un mesa sobre un tatami y, para ser un sitio tan turístico, no era nada caro (1.000¥). A las 14 horas salimos a la calle para empezar el camino. Estaba lleno de turistas japoneses que habían llegado en autocar hasta el pueblo.

El pueblo estaba lleno de tiendas de souvenirs y algunas casas se podían visitar. Como era tarde emprendimos la marcha mirando rápidamente las casitas sin pararnos mucho en ellas. Al final del pueblo había la oficina de información turística y estaba vacía, pero allí vi un cartel en el que ponía que alquilaban campanas por 1.500¥ para ahuyentar a los osos que había por la zona (!).

Máscaras de una tienda de souvenirs de Tsumago

Cuando salíamos del pueblo, me crucé con un chico francés que me preguntó dónde estaba la oficina turística. Iba cargado con una mochila y una tienda de campaña y le pregunté cuánto se tardaba en hacer el camino. Me dijo que entre dos y tres horas, pero que él había ido cuesta abajo y se había entretenido mucho. Cuando le pregunté si se había cruzado con algún oso, él me dijo que no, pero que había dormido por la noche en su tienda de campaña y que había oído ruidos de animales salvajes y que no había salido para ver qué era…

Cuando ya estábamos abandonando Tsumago, vi a una señora mayor a lado de un árbol de kakis y me dijo que era el producto típico de la zona y que le hiciera una foto. Ante tanta insistencia se la hice y proseguimos la marcha.

Los kakis son una fruta típica de la zona.

El camino está muy bien conservado, pero hay algunos tramos en que se cruza con la carretera que no acaban de estar bien indicados y no sabes por dónde seguir. Sin embargo, a la que te paras a mirar enseguida encuentras el camino.

A medida que íbamos dejando atrás Tsumago, nos íbamos cruzando con mucha gente que ya estaba acabando el camino. Era muy bonito ir saludando a todo el mundo cuando te lo cruzabas (Konnichiwa! / Hello!), pero entonces me di cuenta que todo el mundo llegaba y nadie salía de Tsumago aparte de nosotros. Preocupados porque se nos hiciera de noche por el camino, empezamos a andar más rápido. Cuando llevábamos dos kilómetros (la ruta tiene ocho) nos cruzamos con una pareja de americanos y les preguntamos qué tal lo llevaban y si era duro el camino. Nos dijeron que en nuestro sentido eran 6 kilómetros de subida y 2 de bajada, con lo que el camino iba a ser más difícil de lo que pensaba.

Al inicio del camino cruzamos este rio.

A medio camino encontramos un salto de agua muy bonito en el que paramos a descansar cinco minutos. La ruta del Nakasendo es preciosa, repleta de árboles altísimos y, como no había nadie en el camino, (ya que íbamos nosotros solos) se respiraba una calma y una tranquilidad increíbles.

Tengo que admitir que somos muy felicianos, porque nos pusimos a caminar sin llevar agua, linterna ni ná de ná. Con lo que pensaba que si nos pasaba alguna cosa nos quedaríamos tirados (!). Menos mal que en la mochila llevaba una bolsa con chorizos y quesos que había comprado para mi amiga Mo. ¡Al menos tendríamos para comer o para tirárselo a los osos!

Cartel indicando la dirección en japones,
a la derecha hacia Tsumago y a la izquierda hacia Magome.
Salto de agua al principio del caminoDespués de subir aquí, no queda más remedio que girarse y contemplar lo subido.
Nos vamos acercando a Magome.
¡Ya queda menos!
Bonito paisaje que nos recibe a pocos metros de Magome.

Cuando llevábamos más de cuatro kilómetros, vi unos excrementos en medio del camino que, por el tamaño,tenían que ser de un animal grande y no era una vaca. La verdad es que me espanté un poco, así que para ahuyentar a los posibles bichos, saqué mi móvil y puse música del mp3 durante unas tres canciones hasta que vi que ya había pasado el peligro. Cada vez se iba oscureciendo más y todavía nos quedaban algunos kilómetros, tenia sed y, extrañamente para Japón, no había ninguna máquina de bebidas por el camino (en Japón hay máquinas de bebidas por todas partes), hasta que de repente en uno de los tramos atravesados por la carretera encontramos un pequeño bar con dos máquinas de bebidas. Allí compramos Aquarius y agua que engullimos en un momento. En el bar había una familia de Taiwán que comenzaba el camino y nos preguntaron que qué tal. Yo les dije que era muy bonito, pero que si no se daban prisa se les haría de noche. Así que emprendieron la marcha.

¡Por fin llegamos a Magome!

Por nuestra parte, una vez descansados e hidratados, comenzamos los dos últimos kilómetros de bajada con más calma y tranquilidad. Pasamos por delante de varias casas donde había ancianos secando frutos, todo muy bucólico. Finalmente llegamos a una explanada/mirador que había en la entrada de Magome. Allí nos sentamos a disfrutar del paisaje y después seguimos el camino hasta el pueblo para ir a dejar las mochilas en la minshoku donde habíamos reservado, la Tajima Inn. Llegamos allí dos horas y cuarto mas tarde de salir de Tsumago. Nos llevaron a nuestra habitación que era muy amplia y tenía aseo propio. Yo salí a comprarme un helado por el pueblo y las tiendas ya estaban cerrando. Con el helado en mano me senté en el banco de madera que había en la puerta de la minshoku y me quedé disfrutando del paisaje, relajándome con el sonido del agua que transcurría por el canalillo que había en la acera.

Casa tradicional de Magome con su molino de agua

La cena se servía a las 18 de la tarde, y a esa hora bajamos todos los huéspedes al comedor. Allí nos encontramos con la familia taiwanesa que había regresado sana y salva del camino (yo me pensaba que les pillaría la noche y se los comería un oso por el camino). Cada huésped tenía una mesa reservada y allí te tenías que comer la cena que consistía en muchos platos pequeños con mucha comida variada (sashimi, carne, verduras, arroz, etc.). La cena estaba muy buena, y a nuestro lado había sentada una chica japonesa sola que no decía ni mu. Antes de empezar a comer, el propietario, que era un hombre de unos treinta y tantos, nos invitó a bajar a las 20 horas para hacer unos bailes.

Para un occidental, comer en un tatami es muy duro porque a los 15 minutos se te empiezan a dormir las piernas y ya no sabes cómo ponerte, así que al acabar la cena salí disparada para ser la primera en bañarme y meterme en el ofuro (el que primero llega, es quien estrena el agua).

Entrada al Inn Tajima, aquí es donde aprendimos el baile tradicional.

Una vez limpia, salí con mi yukata y unas getas a pasear por el pueblo. Era negra noche y no había nadie, había una temperatura muy agradable y me volví a sentar en el banco de la entrada para ver las estrellas y relajarme con el sonido del agua pasar por el canalillo de la acera.

A las ocho fuimos a la recepción, y allí solo había la chica japonesa que había estado sentada a nuestro lado en la cena y un señor de unos 60 años que estaba un poco contentillo. El propietario nos enseñó un baile milenario tradicional de Magome, y fuimos siguiendo los pasos mientras él cantaba alrededor del hogar. Al final de la sesión nos hizo inscribirnos en un libro y nos dio una tarjeta que nos acreditaba como conocedores de la danza. Cuando acabamos el baile estuvimos conversando con la chica japonesa y el señor mayor, que quería practicar inglés con nosotros.

La copiosa cena

A la mañana siguiente no queríamos madrugar, pero el desayuno se servía a las 7.30h (!!!). Como teníamos que levantarnos pronto, le pregunté al dueño si había algún ordenador con Internet para poder mirar nuevos horarios de tren y muy amablemente me dejó su portátil.

Habitación doble. Desde donde hice la foto había un salón con TV y al fondo el aseo.

Me gustó mucho este día, creo que fue uno de los mejores del viaje. Y me dio pena no haber tenido tiempo de visitar mejor los pueblos. Creo que si lo volviera hacer, haría lo mismo que Jordi y Míriam: dormiría primero en Magome para hacer al día siguiente el camino (de bajada) con calma y dormir en Tsumago. Quizás en la próxima ocasión.

Más información sobre la ruta del Nakasendo aquí.

Más fotos del viaje aquí.

8 comentarios

  1. Amaia 14 enero 2009
  2. Isabel 15 enero 2009
  3. miriam 15 enero 2009
  4. Isabel 15 enero 2009
  5. Mo 21 enero 2012
  6. Angela 17 julio 2017
    • Isabel & Xavier 19 julio 2017
  7. Angela 19 julio 2017

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