Tokyo: punto final del viaje a Japón

Todo lo bueno tiene un final. Y ese era nuestro último día en Japón, así que lo dedicamos a ir de compras. Lástima que justo ese día el yen se puso por las nubes y casi no pude comprar nada. Pero eso no evitó que fuera a mis dos tiendas favoritas de ropa: la americana GAP y la japonesa UNIQLO que hay en Omotesando.

 

Akihabara

GAP en Japón es como una tienda más chic que en EE.UU., y en cuanto entré por la puerta vino un dependiente a ayudarme muy amablemente. Había muchas cosas que me gustaban pero se me escapaban del presupuesto, aunque al final conseguí encontrar un par de jerséis que estaban bien de precio. En la GAP siempre hay una parte donde tienen saldos más baratos durante todo el año. Lo que más me sorprendió es que cuando entré en el vestuario me dieron como una gasa blanca que no sabía para que servía y tampoco entendí a la dependienta cuando me lo explicó… así que mistificada entré en el vestuario y no lo utilicé. Por la noche habíamos quedado con mi amiga Yuka para ir a cenar y ella me explicó que la gasa esa era para ponérsela en al cabeza cuando te ponías la ropa para no mancharla con el maquillaje. ¡Qué buena idea! No había caído, pero claro, los japoneses están en todo. ¿O a caso no da asco probarse una camiseta blanca con los manchurrones de maquillaje que han dejado todas las que se la han probado antes?

Sarari-man cenando y bebiendo en un bar debajo de las vías en Ginza.

Después de patear Harajuku, Omotesando, Shibuya y Akihabara, fuimos a Ginza y en la salida de la estación de Yurakucho (JR) había un puestecito donde vendían «mochi»(dulce japonés) unas dependientas sordas. El mochi por dentro tenía nata, bizcocho y una fresa, ¡y en mi vida había comido ninguno tan bueno! :9

Por la tarde fuimos a Harajuku otra vez, donde habíamos quedado para cenar con Yuka. Yuka nos llevó a un restaurante chulísimo y súper fashion que estaba en un sótano. Allí servían una comida basada en muchos platos pequeños que traían y nos explicaban que eran, ¡al estilo Ferran Adrià! 😛 Todos los platos estaban buenísimos y me lo pasé muy bien hablando y bromeando con ella.

Platos de la cena a la que nos invitó mi buena amiga Yuka


Anguila

 

Pero la noche pasó volando y teníamos que volver al hotel para hacer las maletas. Al día siguiente llamamos un taxi para ir a Tokio-eki y allí coger el tren hasta Narita. El taxi nos costó unos 1.300 yenes. Otra opción para no ir cargando con las maletas es enviarlas con el servicio del Kuroneko Yamato, y puedes recoger la maleta convenientemente delante del mostrador de facturación.

Para los que les queden yenes sueltos, antes de pasar el control de seguridad del aeropuerto hay muchas tiendas donde poder gastarlos o donde poder comprar los últimos recuerdos.

Como resumen, creo que el viaje estuvo muy equilibrado y solo cambiaría quizás un par de cosas. Por ejemplo, en lugar de ir a Matsuyama hubiera aprovechado ese día para dormir en Hiroshima, Shirakawa-go o Tsumago. Cuando estuve allí, no me pareció suficiente el tiempo que les dedicamos. Hubiera estado bien disfrutar de esos pueblos con más calma. Otra cosa que sí que eché en falta fue el tener tres o cuatro días más al final del viaje para poder ir a Okinawa (más o menos las Canarias japonesas) y relajarme. Porque acabé muy cansada, tres semanas de madrugones y pateadas del día a la noche cansan mucho… aunque como dice el dicho: sarna con gusto no pica. 😀

Fachada de la weekly manshion Kurumi

Japón es un país que tiene muchos significados para mí, no es solo uno de los países más fascinantes (con lo bueno y lo malo) sino que también es un lugar donde puedo estar con amigos. Eso para mi lo hace único y en lugar de decir «sayonara» (adiós) solo diré «mata kondo» (hasta la próxima) porque seguro que habrá una próxima.

2 comentarios

  1. MO 28 mayo 2009
  2. Isabel 20 noviembre 2009

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