Básicamente ese día fue el de la nada. La nada más absoluta. Habíamos aprendido la lección durante el viaje a Japón y en Egipto decidimos que al menos un día lo dedicaríamos a descansar. Nos levantamos y fuimos a desayunar con la calma. Mientras comíamos, todos los animales de las cercanías se nos acercaban para ver qué podían comer ellos. Ese día adopté a un gatito que estaba raquítico perdido y lo estuve alimentando y cuidando durante la semana que estuve allí. Me gustan mucho los gatos, pero no tengo ninguno porque con lo que me gusta viajar no quiero dejarle la responsabilidad del animal a otra persona cuando yo no esté. Es curioso porque en Egipto los gatos silvestres en lugar de ser ariscos y esquivos eran muy mansos e incluso se dejaban coger y acariciar.
Hablando de gatos, mientras estábamos echados en la tumbona conocimos a un egipcio que se alojaba allí. Era músico y también tenía negocios inmobiliarios. Pasaba seis meses en El Cairo y seis meses en el hotel Nakhil Inn. Le estaba enseñando un gatito que tenía dos semanas a una chica alemana. Nos explicó que la madre había abandonado al gatito y que cuando estaba a punto de morirse de hambre, un perro lo había recogido y lo había llevado a casa para cuidarlo. El egipcio, que era amigo del propietario del perro, adoptó al gato y lo estuvo cuidando. Y nos dijo: ahora lo tengo a dieta porque le daba tanto de comer que se puso como una bola.
Mientras hablábamos, por la playa pasaron corriendo dos burros y los perros del hotel los persiguieron para echarlos de la finca. En eso que los perros se pusieron a ladrar y los burros a rebuznar mientras los siete animales cruzaban por delante nuestro corriendo. Y el hombre egipcio (perdonad pero no recuerdo el nombre) nos dijo: esto parece un zoo ambulante.
Yo no quería hacer snorkel para no tener que ponerme las lentillas, así que cogimos una piragua y estuvimos remando por la costa hasta llegar al arrecife y mi compañero se puso a hacer snorkel mientras yo me estiraba un poco en la piragua.
Por la tarde fuimos andando en dirección a Nuweiba para comprar un par de botellas de agua en un pequeño supermercado a unos cinco minutos del hotel. La verdad es que da pena porque es la zona fantasma. Fuera de nuestro hotel casi no había nadie más y es que la zona no se acaba de recuperar del atentado del 2004. Samer nos explicó que ese atentado estaba también dirigido contra el gobierno de Mubarak. Y su reflexión sobre la política del país fue que es verdad que hay corrupción y que el país podría ir mejor, pero que gracias al presidente no habían entrado en guerra como algunos sectores del país pedían.
Ai quines ganes de canviar Barcelona per la costa del Mar Roig ara mateix 😉 M'agrada molt el plan!
I què mono el gatico! 😀
Oh, sí! Quina rasca que fa aquests dies! Ja marxaria joc a on sigui ara estiu…
El gatico és súper monoooooo!
Hauria de ser obligatori una setmaneta de relax com aquesta a l'any 😀 Tranquilitat, fora estres…
Amb aquests ullets demanant una mica de teca, s'assembla al gatet d'Shrek!!! jejeje
Sí, pobrete! Estava raquític perquè els altres gats eren més grans i forts i li treien el menjar de la boca al pobre. Fins que vaig arribar jo i em vaig armar amb un esprai d’aigua, el terror dels gats golafres!!!
M‘encanten els gats, si tingués una casa en tindria. I a Egipte tots els gats es deixaven agafar i acariciar… fins i tot els salvatges!
Nadie diría que esta entrada pertenece al mismo viaje que las otras! Qué relax, qué tranquilidad…
El gato es monísimo…aunque yo soy más de perros.
Sí, era necesario. Lástima que en Japón no nos escapamos unos días a Okinawa… bueno, en la próxima visita! 😀