Excursión a Murano, Burano y Torcello

El tercer y último día de nuestra escapada a Venecia teníamos planificada una excursión a las islas de Murano, Burano y Torcello, situadas al norte de Venecia. Esta excursión se puede hacer fácilmente por cuenta propia, pero si se dispone de poco tiempo, es mejor hacerla organizada. Por eso contratamos la excursión en la web de Expedia por 20 euros.

Bajo un sol estupendo, nos subimos a un barquito con un grupo numeroso de turistas y surcamos las aguas de la laguna brevemente hasta llegar a Murano. Este pequeño pueblo, mundialmente famoso por la manufactura de vidrio de gran calidad, está justo al norte de Venecia, al otro lado del cementerio de la isla de San Michele. Sin embargo, no pudimos ver la isla de Murano ni el pueblo que la ocupa. El barco atracó directamente en la entrada de un taller de vidrio y allí nos condujeron por unos pasillos hasta la sala del horno donde trabajan los artesanos.

Desde una tarima con barandilla preparada para los visitantes, pudimos observar el proceso de creación de objetos de vidrio en vivo y en directo. Y luego, cómo no, nos llevaron directamente a la tienda anexa, donde había cientos de objetos decorativos de cristal de Murano, algunos de ellos algo kitsch. No compramos nada y nos quedamos un poco insatisfechos, porque nos hubiera gustado descubrir la isla en sí y no solo una de las fábricas de vidrio. Pero en fin, así son las visitas guiadas y todo el mundo tiene que ganarse el pan.

De nuevo en el barquito, seguimos en dirección norte e hicimos una parada en el bellísimo pueblecito de Burano. Este pueblecito es encantador por las casitas de pescadores pintadas cada una de colores vivos. Parecen sacadas de un anuncio de pintura Titanlux. Y junto con sus callejuelas, canales y puentes, parece una Venecia en miniatura, pero mucho más asequible de recorrer.

No obstante, antes de poder vagar libremente por las calles, nos condujeron a una tienda de encajes y nos mostraron cómo se hacían. Muchos de los encajes expuestos tenían un nivel de detalle espectacular y daban ganas de comprar alguno, pero luego pasa lo de siempre, que piensas: «¿Y dónde lo voy a poner en casa?». Así que salimos rápidamente de la tienda para ir a explorar Burano.

Otra pega de las visitas guiadas: teníamos que estar de vuelta en el barco al cabo de 30 minutos, así que nos pusimos a sacar fotos como locos y, más que pasear por las calles, corrimos arriba y abajo. Nos gustó mucho, pero tendremos que volver algún día para pasear por allí con más tranquilidad.

Después de Burano, el barquito nos llevó a la tercera parada típica de esta excursión por el norte de la laguna: la isla de Torcello. El principal atractivo en este caso es la catedral Santa Maria Assunta, una iglesia medieval muy antigua del s. VII reconstruida en el XI. Se erigió aquí para escapar de las guerras de aquellos tiempos y el pueblo anexo llegó a tener unos veinte mil habitantes durante su apogeo. Sin embargo, hoy en día apenas viven unas ochenta personas en esta isla y, aparte de la iglesia y un restaurante, tiene un aspecto algo inhóspito y salvaje.

La entrada a la catedral era adicional al precio de la excursión, pero ya que estábamos allí no íbamos a quedarnos sin entrar, así que pagué los cinco euros que nos pidieron. En el interior, el elemento más destacado de la catedral son dos grandes mosaicos bizantinos. El del ábside es una imagen de la virgen con fondo de oro puro, y luego hay otro aún más grande que cubre toda una pared desde el techo hasta el suelo y representa escenas del Juicio Final. Es interesante ver a los demonios torturando las almas de los pecadores cerca del suelo.

Es posible hacer esta misma excursión por cuenta propia y sin las incomodidades típicas de las visitas guiadas. Podéis consultar cómo hacer la excursión a Murano y Burano por libre en la Miniguía de la escapada a Venecia.

Al volver a la capital del Véneto ya era mediodía y solo nos quedaban unas horas antes de tener que volver al aeropuerto. Por eso, nos dedicamos a pasear cerca del centro. Después de comer, y como hacía muy buen día, fuimos paseando hasta la Punta della Dogana, en el extremo sur del Gran Canal. Allí, en los peldaños de la Dogana da Mar, nos sentamos a contemplar el espectáculo: el frente marítimo de la plaza San Marcos, las góndolas y los barcos yendo y viniendo, y de fondo la iglesia de San Giorgio da Maggiore con su cúpula monumental. ¡Ojalá pudiera teletransportarme allí ahora mismo!