Excursión a la estancia Cristina y el glaciar Uppsala

Esta excursión consiste en ir en barco por el lago Argentino hasta ver el glaciar Uppsala, el tercero más grande de Sudamérica, y luego visitar la estancia Cristina, un rancho histórico enorme donde pueden hacerse varias actividades.

La excursión empieza en el pequeño puerto de Punto Bandera, junto al lago Argentino. Para llegar allí desde el Calafate se tarda una hora en coche aproximadamente o se puede contratar el traslado con la misma estancia. Subimos al catamarán a las ocho en punto de la mañana y tomamos asiento junto con muchos otros turistas. El personal del barco nos dio la bienvenida y el barco zarpó.

Excursión estancia Cristina Upsala

Luego nos repartieron unas pulseras para identificar cada persona con el paquete de actividades que había reservado. En nuestro caso, el paquete «Discovery» consistía en la visita al glaciar y la estancia Cristina como todo el mundo y, además, una excursión en 4×4 desde la estancia hasta un mirador donde se puede ver el glaciar Uppsala desde arriba. Otras actividades posibles son una caminata hasta una cascada o un trekking de 14 kilómetros hasta el cañadón de los fósiles. Además, también es posible alojarse en el hotel de la estancia Cristina y hacer equitación y otras excursiones a partir de ahí.

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Después de recibir la pulserita, salimos a la cubierta del catamarán, donde nos zarandeó el fuerte viento de la Patagonia. De hecho, habíamos temido la posibilidad de que al final se cancelara la excursión por la fuerza del viento, pero por suerte no fue así y todo transcurrió con normalidad. El catamarán es muy estable y, aunque había cierto oleaje, casi no se notaba.

Excursión estancia Cristina Upsala

De camino al glaciar, nuestra guía Silvia nos fue contando detalles interesantes. Por ejemplo, el lago Argentino es el más grande del país con 1560 km2. Tiene una profundidad media de 200 metros y desemboca en el río Santa Cruz. Es sorprendente el color turquesa claro del agua. Destaca mucho sobre el terreno árido de la Patagonia. Nos imaginábamos que el hielo tendría algo que ver, y la guía nos lo contó: el color se debe a la llamada «leche glaciar», es decir, los sedimentos microscópicos que los glaciares van arrastrando y que acaban vertiendo en el lago.

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Del lago pasamos al canal Uppsala atravesando el estrecho de la Boca del Diablo. Y al final del canal nos esperaba el frente del glaciar Uppsala. Aunque el Perito Moreno es el glaciar más famoso, el Uppsala es tres veces más grande con 840 km2 y 54 km de longitud. Tiene dos afluentes y una altura de 40 metros sobre la superficie del agua. Por debajo de la superficie, el glaciar se extiende 700 metros adicionales. La zona de los glaciares de la que surgen el Uppsala, el Perito Moreno y decenas de glaciares más, es la tercera masa de agua más grande del planeta Tierra, por detrás de la Antártida y Groenlandia.

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Al cabo de una hora y media de navegar vimos los primeros icebergs. Estos grandes trozos de hielo se desprenden del glaciar Uppsala y flotan por el agua, mostrando sobre la superficie solo un 10% de su tamaño completo. Sus formas caprichosas y tonos azul eléctrico y blanco nos acompañaron mientras nos acercábamos al glaciar y cada vez se hacían más grandes y numerosos. Finalmente, el barco se detuvo a cierta distancia del glaciar y no pudimos acercarnos más debido a la barrera de icebergs que teníamos en frente. Era demasiado arriesgado tratar de esquivarlos para seguir adelante ya que, aunque el capitán lograra colarse entre ellos, como los icebergs van a la deriva empujados por las olas y el viento, podía ser que luego el barco no pudiera salir de allí. Nos conformamos con observar los icebergs enormes que teníamos delante, todos diferentes en forma y tonos azules. A pesar del viento helado, hicimos cientos de fotos, como el resto de turistas.

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Al volver a entrar en el catamarán, agradecimos mucho que nos sirvieran tés y otras bebidas calientes, acompañados con una media luna. Entonces el barco retomó el camino para salir del canal Uppsala y tomar otro canal que conducía a la estancia Cristina. Por el camino, fuimos charlando con una pareja del grupo de Trinidad y Tobago, muy divertidos ellos.

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Al cabo de una hora, desembarcamos en el muelle de la estancia Cristina. Al poner en pie en tierra, parece que hayas llegado al fin del mundo. Pero es un fin del mundo que se parece un poco al valle suizo donde vive Heidi. Es un terreno enorme flanqueado por montañas lejanas con praderas que se extienden hasta el infinito. Y a unos cientos de metros del muelle, los edificios de la estancia en sí forman el único rastro de civilización en esta zona tan remota. Allí mismo nos dividieron por grupos y junto con la guía Sabrina nos enseñaron la estancia y su historia.

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Esta estancia o rancho está dentro del parque nacional Los glaciares y tiene una extensión de 22.000 hectáreas. A simple vista, nos pareció incluso más grande que la estancia Harberton que habíamos visitado en Ushuaia. Entramos en uno de los edificios donde se conservan objetos de la familia que fundó la estancia. Y allí Sabrina nos fue contando su historia. El encargado original fue Percival Masters, un marinero británico que, al oír que el gobierno argentino ofrecía tierras a buen precio, decidió irse para allí con su mujer e iniciar una nueva vida. Pasaron ocho años en Punta Arenas aprendiendo el oficio de la ganadería ovina y luego, en 1914, adquirieron los terrenos de la estancia y se trasladaron allí con una barquita de madera, una tienda de lona y varias ovejas. Durante el primer año vivieron en la tienda de lona, dentro de un bosque. Después, lograron construir una casita de piedra y más tarde una casa más grande. Diez años de trabajo duro más tarde, su hija mayor murió de neumonía y entonces cambiaron el nombre de la estancia por el actual: «Cristina». Según las normas del gobierno, los pobladores tenían que vivir 30 años en las tierras antes de que pasaran a ser de su propiedad. Sin embargo, cuando les faltaba poco para eso, el gobierno decidió crear el parque nacional y la estancia quedaba dentro de los límites, así que la familia Masters nunca llegaría a ser propietaria en pleno derecho. No obstante, les permitieron seguir viviendo allí hasta la muerte de su último heredero. Por si fuera poco, las 12000 ovejas que habían conseguido obtener hasta entonces tenían que desaparecer para conservar adecuadamente el parque nacional. De este modo, la familia cambió el negocio de las ovejas por el turístico con la creación de un bed & breakfast para los montañistas que exploraban las montañas cercanas. Y cuando finalmente murió la última heredera, el gobierno argentino cedió los derechos de explotación de la estancia a una empresa privada que gestiona el lugar.

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Mientras la guía nos contaba todo esto, nos imaginábamos lo duro que debió ser para esta familia ir prosperando año tras año en esta tierra tan remota. Debió ser una vida muy solitaria. Aunque el paisaje de alrededor es espectacular. En el museo aún pueden verse los restos de la barca que usaron para llegar, algunos muebles y el sistema de esquilado de las ovejas, entre otros recuerdos.

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Después fuimos paseando hasta ver la casita de piedra y el bed & breakfast con su jardín. Y más allá, la gran noria de madera que construyó el señor Masters para transportar agua del río hasta la casa.

Con toda esta historia, llegó la hora de comer. Muchos habían reservado un almuerzo en el restaurante, pero nosotros nos trajimos nuestra propia comida y la acompañamos con una sopa de calabaza muy buena que pedimos allí mismo. Con todo el viento y el frío que hacía afuera, la sopita y el calor de la estufa de leña nos sentaron estupendamente.

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Por la tarde, llegó el momento de la actividad del 4×4. Nos dividieron en dos grupos de unas ocho personas y cada grupo se montó en un todoterreno. Nuestro guía pasó a ser Martín, que también era el conductor. Emprendimos el camino y fuimos ascendiendo por la colina. Por el camino, pasamos junto a la playa donde sigue atracada la Cristianita, una embarcación que construyó el señor Masters con sus propias manos, que le llevó diez años terminarla.

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Después de unos cincuenta minutos por un camino pedregoso, llegamos a una cima rocosa en el límite oeste de los terrenos de la estancia. Este lugar es tan inhóspito y las rocas tienen formas tan inusuales, que parece que estés en una misión a Marte. Es un paisaje casi de ciencia ficción. Mientras el viento nos azotaba con fuerza, Martín nos contó que estábamos rodeados de rocas metamórficas y que hace 17 millones de años, allí había un océano.

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Para demostrarlo, nos enseñó unas rocas repletas de fósiles de los antepasados de los calamares. Apenas unas pequeñas manchitas blancas y alargadas que destacaban mucho en la roca oscura, pero muy numerosas. Además de estos, también había otros fósiles por todas partes. Siguiendo el camino, llegamos a un pequeño refugio de hojalata. Como nos contó el guía, aquí pasaban la noche los científicos que en los años cincuenta estuvieron estudiando el hielo del glaciar. En aquel entonces, el glaciar Uppsala estaba mucho más cerca. Seguimos por el camino y finalmente llegamos a un mirador natural en lo alto de la colina, donde el paisaje nos dejó sin habla. A unos cientos de metros a nuestros pies se extendía un lago de agua turquesa y, al final del lago, empezaba uno de los brazos del glaciar Uppsala. Más allá, una extensión infinita de hielo se perdía en el horizonte. Aun así, costaba admirar las vistas con tranquilidad, porque aquel día el viento soplaba con tanta violencia que te hacía tambalear. Parecía que el glaciar quisiera que nos marcháramos de allí para proteger su intimidad. Allí de pie, esforzándonos para resistir el embate del viento, tuvimos la sensación más clara de estar en el fin del mundo que hemos experimentado nunca.

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Al cabo de un rato, volvimos a bajar hasta el refugio de los científicos. Normalmente, los guías hacen una exposición sobre el glaciar en la cima, pero debido a viento de ese día, prefirieron hacerla en la comodidad del refugio. Allí nos mostraron un mapa del glaciar y los alrededores, y nos contaron detalles muy interesantes sobre lo que acabábamos de ver. Fue especialmente impactante ver una foto tomada en los años cincuenta desde el mismo mirador, ya que en la imagen no existía el lago, sino solo una masa compacta de hielo y nieve que lo cubría todo. Por lo que nos contaron, el glaciar Uppsala está en recesión y cada año retrocede unos 20 metros. Nos aseguraron que este proceso forma parte aún del fin de la era glacial que se inició hace dieciocho mil años, aunque acelerada por el calentamiento global del planeta. Y como las glaciaciones parecen sucederse en ciclos de veinte mil años, nos quedan aún dos mil años antes de que se inicie la próxima era glacial. Martín dijo en broma que una buena inversión era empezar a comprar carbón (!). También nos contaron el motivo de que en este punto de los Andes se haya formado esta gran masa de hielo y otros detalles más con los que aprendimos algo de geología básica.

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Muy contentos con todo lo que habíamos visto y aprendido, subimos de nuevo a los todoterreno y bajamos de nuevo a la llanura. Nos bajamos directamente en el muelle y allí subimos de nuevo al barco para regresar al puerto de origen. En el camino de vuelta, sirvieron más bebidas calientes y cruasanes, y aprovechamos para hacer una siestecita.

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Llegamos a el Calafate hacia las ocho de la tarde y fuimos a cenar un guiso bien calentito en el restaurante Pura Vida. Mientras comíamos, coincidimos en que toda la excursión nos había parecido muy bien organizada y que había sido un lujo haber contemplado el glaciar Uppsala tan de cerca. La mayoría de la gente que visita el Calafate solo va a ver el Perito Moreno, pero ese es solo uno de los muchos glaciares que pueden verse y esta zona ofrece mucho más. Así que, si queréis ver otros glaciares y descubrir cómo era la vida de los primeros pobladores europeos de la región, os recomendamos hacer esta excursión.

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Datos de interés

Excursión «Discovery» de Estancia Cristina: 2000 pesos.
Entrada al parque nacional de los Glariares: 260 pesos.
Se puede contratar el traslado desde el hotel de El Calafate al puerto Punta Bandera por 260 pesos.

Mapa Estancia Cristina

7 comentarios

  1. Cristina 31 enero 2016
    • Isabel & Xavier 31 enero 2016
  2. Cristina 31 enero 2016
  3. Patricia 22 junio 2016
    • Isabel & Xavier 22 junio 2016
  4. paula 7 julio 2023

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