Escapada a Venecia: Dorsoduro y Santa Croce

Vale, ya habíamos disfrutado de un día en Venecia y visitado los puntos turísticos principales. Así que, después de descansar, teníamos muchas ganas de seguir paseando por la Serenísima y descubrir más secretos, pero esta vez, y a poder ser, alejados de las multitudes. Por tanto, el plan del segundo día consistía en profundizar y llegar a los rincones más alejados del centro y menos populares, a ver qué había por allí.

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Plaza San Marcos desde el vaporeto que surca el Gran canal

Estábamos en el extremo oriental de Venecia y queríamos ir a la otra punta de la ciudad, a los barrios de Santa Croce y Dorsoduro, para empezar cerca de la estación de tren que conecta con tierra firme, así que nos subimos de nuevo al vaporetto que recorre el Gran Canal. De este modo, disfrutamos de la arteria principal de la capital del Véneto cómodamente sentados en la proa del barco y nos lanzamos a disparar ráfagas con nuestras cámaras de fotos mientras un paisaje rebosante de arquitectura renacentista pasaba ante nuestros ojos. Fue una gran sensación contemplar el centro desde el agua a bordo del transporte público que los venecianos usan a diario.

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El puente de Rialto

Al contrario que el día anterior, esta vez nos apeamos en la estación de Piazzale Roma, en la orilla sur del Gran Canal. Caminando hacia el este, pasamos por debajo del Ponte della Constituzione que conduce a la estación de tren de St. Lucia y torcimos rápidamente por la fondamenta Crosetti para alejarnos del Gran Canal y adentrarnos en el extremo oeste del barrio de Santa Croce. Estuvimos paseando por unos canales anchos, siguiendo una ruta guiada que habíamos encontrado en un libro sobre la ciudad.

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Luego fuimos a explorar en dirección este y llegamos al campo di San Rocco, con la Scuola Grande y la iglesia que llevan el nombre del santo. Después fuimos en dirección sur y llegamos al campo Santa Marguerita. Un campo es una plaza grande llamada así porque antiguamente se usaban para cultivar. Después de andar un buen rato por callejuelas estrechas, resulta extraño aparecer en una plaza tan amplia.

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Pasado el mediodía, seguimos callejeando por el barrio Dorsoduro y cruzando puentes hasta llegar al paseo marítimo del sur. Allí nos topamos con una protesta de vecinos en contra de los transatlánticos gigantescos que atracan en Venecia y que navegan por delante de la plaza de San Marcos.

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Recorrimos el paseo tranquilamente hacia el este, refrescándonos con la brisa marina. Luego volvimos a adentrarnos en el laberinto de callejuelas, en dirección a la punta este del Dorsoduro. Por el camino nos entró hambre, así que nos compramos unas porciones de pizza al taglio y nos sentamos a comerlas en los peldaños de un puente, mientras veíamos pasar a los turistas.

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Después, seguimos adelante, pero antes de llegar a la basílica di Santa Maria della Salute entramos en varias exposiciones de la Biennale. Una estaba en un edificio antiguo muy grande y contenía obras modernas de lo más estrambótico. Isabel se sentó en un sofá antiguo en una sala muy amueblada donde se oían una especie de cacofonías. En otra sala, había pilas altísimas de folios en blanco que se iban desmoronando lentamente por la fuerza de un ventilador.

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Al salir, el cielo estaba muy nublado y se puso a llover, así que, en vez de llegar a la basílica, cruzamos el Gran Canal por un puente de madera y fuimos por el centro hasta terminar en un bareto minúsculo cerca del campo Sant’Angelo. Allí nos tomamos una bebida calentita. Luego seguimos paseando y, sin quererlo ni beberlo, aparecimos en una calle lateral de la basílica de San Marcos.

Catedral San Marcos Venecia

La suerte quiso que viéramos gente entrar por la puerta lateral en ese momento. «¿Se podrá entrar?», pensamos. Y acto seguido, estábamos entrando por la puerta. Estaba empezando la misa de los domingos por la tarde, así que no tuvimos que hacer ni un segundo de cola. Esta basílica reconstruida en el siglo XI alberga unos mosaicos de estilo bizantino impresionantes, hechos de oro, que lo cubren todo y te dejan embobado. Durante la República Veneciana, los comerciantes que habían hecho buenos negocios en Venecia estaban obligados por ley a ofrecer un regalo para embellecer la basílica. Así que el interior es como un gran museo de tesoros de la Edad Media y el Renacimiento.

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Luego seguimos paseando un poco y dejó de llover al llegar a la calle chula del Arsenale. Cenamos en un restaurante que hace esquina, muy sencillo, donde nos zampamos una pizza y una pasta de bacalao típica, solo para probar los platos autóctonos. Era un restaurante muy familiar y la hija pequeña de la dueña hacía los deberes en la mesa de al lado. ¡Qué grande es Venecia! ¡Volvería allí ahora mismo!

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Pero la cosa no termina aquí. A la mañana siguiente nos íbamos de excursión a las islas de Murano, Burano y Torcello.

3 comentarios

  1. Míriam 16 septiembre 2014
  2. Ana (instantesenlaretina.com) 15 octubre 2014
  3. Soloquieroviajes blog 18 noviembre 2014

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